EU.- “Buddy”, a quien le encantaban los largos paseos y nadar, comenzó a tener problemas respiratorios a mediados de abril, mes en que cumplió siete años, de acuerdo con sus propietarios, la familia Mahoney, de acuerdo con un artículo de la revista National Geographic que destaca la prensa local.
Para esa fecha, su dueño, que había estado lidiando con los síntomas del virus durante semanas, también arrojó positivo al COVID-19 mientras que Buddy desarrolló una mucosidad espesa en su nariz y comenzó a respirar forzadamente.
La familia Mahoney recordó que fue muy difícil encontrar un veterinario que le hiciera la prueba del virus a su mascota, lo que tomó un mes mientras la salud del can continuaba deteriorándose. Había perdido peso y estaba letárgico.
El perro fue tratado con antibióticos y luego esteroides al desarrollar un murmullo en su corazón.
Finalmente hallaron una clínica veterinaria que aceptó realizar la prueba al pastor alemán, que arrojó positiva, mientras que para Duke, otro perro de la familia de diez meses, fue negativa.
Otra prueba del virus, realizada cinco días más tarde, mostró que Buddy ya no tenía el virus en su sistema y había desarrollado anticuerpos, confirmando que sí tuvo COVID-19, pero su condición continuó empeorando y tenía problemas para caminar.
El pasado 11 de julio, tras comenzar a vomitar sangre, su familia optó por la eutanasia.
Resultados de una prueba de sangre que le habían hecho al perro y cuyos resultados recibieron ese mismo día indican que el pastor alemán probablemente tenía cáncer.
La familia ha señalado además estar confundida en parte porque nadie parece interesado en aprender de la muerte de su mascota y el papel que jugó la COVID en ella, considerando los pocos casos confirmados del virus en animales.