CDMX.- Era temprano aún y con el horario de verano, apenas se notaban los rayos del sol. Ya mucha gente esperaba verlo y saludarlo. La prensa, siempre curiosa por naturaleza, ya alistaba las cámaras y los micrófonos para captar imágenes suyas. Y apareció. Andrés Manuel López Obrador salió para ir a su casilla y votar en la Revocación de su propio mandato. ¿Qué hizo? Anuló su papeleta.
Se le notaba feliz, el cubrebocas le escondía la sonrisa. Después de todo, él prometió que se sometería al escrutinio a la mitad de su sexenio y llegó este día. Casi no había fila en la calle de Moneda, donde está ubicada su lugar para emitir su voto. Ya ahí, dejó el tono beligerante contra el Instituto Nacional Electoral y sus opositores. Parecía otro hombre comparado con aquél que se para en cada mañanera a emitir descalificaciones contra lo que considera no hace correctamente su trabajo.
En la casilla, tenía buen ánimo. Otros votantes se acercaban para tomarse una foto con él. Gustoso, concedía las más que pudo sin recelo. Después de todo, era uno más en la fila y, tal vez por eso, la gente se identifica con él y se vislumbra que gane el proceso de Revocación. Emitió su voto y mostró la papeleta. No había elegido opción alguna, sino, simplemente, puso la leyenda: ¡Viva Zapata!
“Participamos en el histórico ejercicio democrático que hoy se lleva a cabo en todo el país. La democracia debe ser una forma de vida, un hábito de las y los mexicanos para que nadie se sienta absoluto. El pueblo es el que manda, porque pone y quita”, emitió momentos más tarde en sus cuentas de las “benditas redes sociales” (AMLO dixit).