EL “DEDAZO”, AL CARAJO; PARA ADÁN, ESPALDARAZO
Ya no a la oposición, ni a las instituciones. Ahora, el presidente López Obrador mandó al carajo ¡al “dedazo”!
Ayer domingo, AMLO rechazó el tradicional método de imposición para nombrar sucesor en la Presidencia, aseguró que no habrá “tapados” y que en Morena tienen “mucha tela de dónde cortar”, con respecto a los prospectos que en adelantada campaña buscar destacar en las preferencias electorales. Y justifica el tropel de la “caballada”: ‘Prefiero que estén todos metidos, a que haya imposición’.
Sin embargo, las señales que manda sobre su relevo en el 2024 distan mucho de que el “dedazo” se vaya a ir al carajo como dice, pues si bien la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y el canciller Marcelo Ebrard encabezan las preferencias en el grupo de las “corcholatas” destapadas y desatadas por la silla grande del Palacio Nacional, es su paisano y amigo cercano, Adán Augusto López Hernández, el que se está llevando todo el espaldarazo presidencial.
En la última semana, el secretario de Gobernación se bajó del ring donde imperan las reglas claras y limpias de la operación política, para meterse al callejón a repartir golpes bajos, patadas y mordidas a los gobernadores y dirigentes de partidos opositores a Morena.
Arremetió Adán, con la divertida complacencia del presidente, en contra de los mandatarios de Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Nuevo León. Al de éste último estado, Samuel García, lo llamó incluso “hipócrita, egoísta e incapaz”, además de dedicarle la hoy viralizada frase de que “los tabasqueños somos más inteligentes que los del norte”.
Y decimos que AMLO se solaza con el papel de golpeador político del titular de Segob, pues defendió estos embates al considerarlos una simple “polémica que debe haber, pues si no, dijo, “esto sería muy aburrido; estaríamos bostezando siempre”.
Otra encomienda presidencial que López Hernández está ejecutando a la perfección sirviéndole al amigo de Palacio Nacional y cosechando de paso respaldos en todo el país, es la gira de promoción en los Congresos estatales de la reforma que permita al Ejército mantenerse en labores de seguridad pública hasta el 2028.
Con todo y que un día antes policías estatales, hoy bajo órdenes de un alto mando de la Marina, protagonizaran un zafarrancho en un desalojo en Mahahual, el secretario de Gobernación estuvo en Quintana Roo la semana pasada para disertar en la Cámara de Diputados sobre las bondades de que el Ejército asuma la Guardia Nacional y siga en las calles. Y consiguió no sólo la aprobación para la reforma, sino que se llevó también las palmas para su proyecto político de toda la élite morenista y sus aliados en el estado.
Hoy, el Ejército y la Marina tienen bajo su responsabilidad la construcción del Tren Maya, el Tren Interoceánico, la refinería Dos Bocas, aeropuertos y carreteras, con “luz verde” para contratar y hacer compras multimillonarias sin las molestas licitaciones que obliga la ley. Han asumido, también, el control de puertos, terminales aéreas, aduanas y puestos fronterizos, sin contar con las tareas de seguridad que les quieren extender por seis años más.
Adán Augusto, el autonombrado tabasqueño más inteligente que cualquier norteño, sabe muy bien lo que le interesa, lo que le conviene al proyecto de nación de López Obrador… y ya le agarró el pulso.
No sólo se ha convertido en el principal promotor de las fuerzas armadas y de su intervención en las obras y tareas más importantes del Gobierno federal, sino que, para congraciarse más con los altos mandos castrenses, ya les abrió la puerta un poco más, pues reconoció que los militares también pueden tener aspiraciones políticas y en una de esas, uno de ellos puede llegar a la Presidencia.
Desde la milicia, claro, vieron con agrado el guiño de ojo del hombre fuerte de López Obrador, con el que saben que pueden cerrar filas y mantener todos los privilegios que les han dado.
Así que no. Parece que el piso por la sucesión no estará tan parejo como se dice.
Por encima de los demás aspirantes, Adán tiene todo el espaldarazo presidencial y al “dedazo”, por cómo se percibe desde ahora, no se le ve pinta de que se lo vaya a llevar, en verdad, el carajo.