BOCANADAS
AUNQUE ALEJADO DE los reflectores en su rancho en Chiapas, el ex presidente López Obrador sigue siendo un factor decisivo en la política mexicana, y su legado está presente incluso en los primeros encontronazos diplomáticos de su sucesora, Claudia Sheinbaum. La presidenta mexicana acaba de protagonizar su primer enfrentamiento con el gobierno de Estados Unidos, al asumir el papel de vocera de la defensa de la estrategia de seguridad de AMLO tras las duras críticas emitidas esta semana por el embajador estadounidense en México, Ken Salazar.
Salazar, quien en varias ocasiones ha expresado su desacuerdo con la política de “abrazos, no balazos” del gobierno de López Obrador, cuestionó directamente la negativa de México a aceptar un paquete de ayuda de 32 millones de dólares de parte de Washington para combatir el narcotráfico y la violencia, postura que, según el embajador, no solo fracasó en la reducción de la violencia, sino que también ha impedido el desarrollo de una cooperación más estrecha entre ambos países en materia de seguridad. Y, además, añadió que durante el mandato de AMLO se cerró la puerta a inversiones extranjeras por encima de los 22 mil millones de dólares, lo que, a su juicio, limitó las posibilidades de enfrentar eficazmente la inseguridad en el país.
TIRO PERFECTO
FRENTE A ESTE duro embate público, Sheinbaum respondió con firmeza: “México es un país soberano que se coordina con Estados Unidos, pero no está subordinado a él”. Y rechazó las críticas del embajador, destacando la colaboración existente entre ambos países, pero subrayando que las intervenciones externas en los asuntos internos de México no serían toleradas. De hecho, Sheinbaum recordó que, en el pasado, Ken Salazar había elogiado la cooperación entre las dos naciones, lo que hacía aún más contradictorias sus recientes críticas.
Este choque diplomático no es un incidente aislado, sino que refleja la creciente tensión en la relación entre el gobierno mexicano y la administración estadounidense, que ya había mostrado señales de distanciamiento durante los últimos meses del mandato de AMLO, especialmente en temas como la reforma judicial y la política de narcotráfico. En sus primeros meses como presidenta, Sheinbaum ha dejado claro que no pretende ceder ante presiones externas, reafirmando la soberanía de México como uno de los pilares de su gobierno. No obstante, este posicionamiento firme podría ser una espada de doble filo.
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca a la vuelta de la esquina, Sheinbaum se enfrenta a un escenario aún más complejo: Trump ya ha dejado claro que su administración buscará incrementar la presión sobre México en temas clave como migración y seguridad, y no es difícil imaginar que la relación entre ambos países se vuelva aún más tensa si las diferencias diplomáticas se agravan. En este contexto, el gobierno mexicano podría ver afectada su cooperación con Washington en áreas cruciales, especialmente en la lucha contra el narcotráfico, donde la colaboración bilateral es esencial para frenar el flujo de drogas y la violencia transnacional.
TRIPA CORTA
ADEMÁS, LA POSTURA de Sheinbaum pone en juego el delicado equilibrio entre defender la soberanía de México y la necesidad de mantener relaciones funcionales con su vecino del norte. Aunque su respuesta a las críticas de Ken Salazar puede interpretarse como un intento de consolidar su base política interna, al mismo tiempo podría generar incertidumbre económica si las tensiones diplomáticas afectaran el clima de inversión o la cooperación en temas de seguridad.
Este primer choque es solo el inicio de lo que podría ser una relación complicada entre México y Estados Unidos bajo el gobierno de Sheinbaum. Con Trump a punto de regresar a la Presidencia, la pregunta es si la mandataria mexicana mantendrá su postura firme en defensa de la soberanía o si, bajo presión, se verá obligada a moderar su enfoque. El desenlace de esta diplomacia de alta tensión será clave tanto para la estabilidad política de México, como para la seguridad y la economía de ambos países.
FUEGO LENTO
APENAS 24 HORAS después de las críticas de Ken Salazar a su otrora ‘amigou’ AMLO y la respuesta de la presidenta mexicana, el Departamento de Estado de EU emitió un pronunciamiento respaldando a su embajador y reafirmando que la cooperación bilateral en materia de seguridad es una de sus principales prioridades.
El vocero del Departamento de Estado, Vedant Patel, señaló que la cooperación con México sigue siendo “una prioridad de seguridad nacional” para Estados Unidos, y destacó que, a pesar de las tensiones, su país está comprometido en fortalecer la colaboración con el gobierno de Sheinbaum.
Patel insistió en que las críticas de Salazar eran necesarias para señalar que aún queda trabajo por hacer en materia de seguridad, y reiteró el compromiso de Estados Unidos con las comunidades en ambos lados de la frontera. En este sentido, el gobierno de Joe Biden parece no estar dispuesto a ceder en su insistencia de que México necesita aceptar ayuda extranjera para hacer frente al grave problema de inseguridad, que según estimaciones oficiales deja más de 80 homicidios dolosos al día.
BUENOS HUMOS
LA PRESIÓN SOBRE Sheinbaum es clara: si desea que su estrategia de seguridad tenga éxito, será necesario fortalecer la cooperación con Estados Unidos, especialmente en un contexto donde la violencia sigue alcanzando niveles alarmantes. La pregunta es si, frente a esta presión internacional y la necesidad de mantener la relación pragmática con Washington, la presidenta mexicana mantendrá su actual postura de resistencia o si eventualmente cederá ante las exigencias de “cooperación bilateral” que, muy a su particular estilo, comenzará a imponerle Donald Trump a México a partir de enero.
El encontronazo entre Sheinbaum y Salazar -viejos aliados- no solo marca el primer round de una posible batalla diplomática, sino que también pone de manifiesto las profundas contradicciones que podrían definir la relación entre México y Estados Unidos en los próximos años.