CIUDAD DE MÉXICO.- Pequeños agricultores de aguacate armados con rifles AR-15 hacen turnos para gestionar la seguridad de un puesto de control contra ladrones y extorsionadores de los cárteles de la droga en San Juan Parangaricutiro, en el estado de Michoacán, el corazón de la producción de esta fruta a la que los locales llaman “oro verde”.
El auge de los aguacates de la región, alimentado por el aumento del consumo en Estados Unidos, sacó de la pobreza a zonas del oeste del México en apenas 10 años. Pero el olor del dinero atrajo a pandillas y cárteles hiperviolentos que han colgado cadáveres de puentes y han amedrentado a la policía, y el aumento de la violencia está amenazando esta nueva prosperidad. La reciente advertencia de Estados Unidos de que podría retirar a los inspectores de los huertos provocó un escalofrío en un sector con exportaciones de dos mil 400 millones de dólares anuales.
Algunos productores están tomando las armas. En el puesto de control de San Juan Parangaricutiro, los vigilantes están tranquilos pero alerta. Dicen que sus cultivos son algo por lo que merece la pena luchar.
“Si no hubiera aguacate, saldría a buscar trabajo, posiblemente a los Estados Unidos o a otro lado”, señaló uno de los guardas, Pedro de la Guante, cuya pequeña plantación le da más beneficios que cualquier otro cultivo, legal o ilegal.
El sector realiza exportaciones de dos mil 400 millones de dólares anuales. AP/M. Ugarte
Luis, otro guarda que pidió que no se utilizase su apellido por temor a represalias, enumeró los problemas que llegaron al pueblo con el boom del aguacate: extorsión, secuestros, cárteles y robo de fruta. Estos son los motivos por los que se movilizan, apuntó.
Los productores de aguacate mexicanos llevan años viviendo con el miedo a los asaltos y chantajes, pero la situación adquirió un cariz internacional a mediados de agosto, cuando un equipo de inspectores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos fue “amenazado directamente” en Ziracuaretiro, una localidad al oeste de Uruapan, en Michoacán. Aunque la agencia no explicó lo ocurrido, las autoridades locales señalaron que una banda asaltó la camioneta en la que viajaban los inspectores a punta de pistola.
“En futuras situaciones que resulten en una violación de la seguridad o muestren una amenaza física inminente al bienestar del personal del APHIS, suspenderemos de inmediato las actividades del programa”, señaló el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA, por sus siglas en inglés) en una carta, refiriéndose al Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas por su acrónimo.
Una medida de este tipo podría bloquear los envíos y devastar a la industria que abastece a los consumidores estadounidenses hambrientos de guacamole y tostadas de aguacate. En 1997, Washington levantó el veto impuesto en 1914 a los aguacates mexicanos para evitar la llegada de gorgojos, costras y plagas a los huertos locales.
La Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México, con sede en Michoacán, publicó la carta, un hecho inusual que algunos en Uruapan interpretaron como un gesto para alertar a los delincuentes del riesgo de acabar con la industria más próspera del estado si los inspectores estadounidenses dejan de aprobar las exportaciones. Ni la asociación ni el Departamento de Agricultura respondieron a peticiones de comentarios.
Han hecho de todo, extorsiones, cobro de piso, nos han volado drones
El jefe de la policía de una localidad del oeste del cinturón del aguacate, que pidió no ser identificado, describió cómo es convivir con el cártel de Los Viagra. La organización está tan presente que él no va a la cercana Uruapan sin una escolta de guardaespaldas armados. La banca de Michoacán recibe su inusual nombre de la costumbre de sus fundadores de peinarse con mucha gomina para que su pelo quedase de punta.
“Han hecho de todo, extorsiones, cobro de piso, nos han volado drones”, dijo el policía. “Querrían meter laboratorios (de drogas) en las huertas”.
Pero ahora los Viagra también son el objetivo. El violento Cártel Nueva Generación está tratando de entrar a Michoacán en varios frentes. En agosto, el grupo colgó nueve cadáveres en un paso elevado en Uruapan y dejó otros 10 despedazados o tirados en la carretera.
En el sur de Michoacán, en una región más calurosa donde se cultiva lima, pistoleros del cártel emboscaron y mataron a 13 policías estatales a mediados de octubre. El ataque aterrorizó tanto a la policía que cuando fueron a recuperar los vehículos calcinados de sus compañeros trabajaron con tanta rapidez que se dejaron atrás un cráneo aplastado, carbonizado y con disparos de bala.
Los cárteles, la policía y los vigilantes están asustados por igual.
En la localidad ganadera de Tepalcatepec, que está en la frontera de Jalisco, vigilantes fuertemente armados, al parecer contratados por una pandilla local, hacen guardia las 24 horas del día en un puesto de francotirador en lo alto de una colina para hacer frente a las incursiones del cártel. Uno de los hombres, con un rifle de asalto al hombro y que se negó a ser identificado, bajó la ladera para echar de la zona a un reportero gráfico diciéndole que tenía un arma apuntándole a la cabeza.
Como en gran parte de Michoacán, la violencia está enmascarada en gran medida por la aparente prosperidad generada por la fruta: kilómetros de cercas encierran plantaciones aparentemente interminables de aguacates, cuyas ramas soportan la pesada cosecha. Las nuevas plantas de empaque parecen surgir de la noche a la mañana.
Pero según Hipólito Mora, que en 2013 fundó el movimiento civil de autodefensa del estado, las apariencias engañan. Las nuevas plantas fueron asaltadas a mano armada tres veces en una semana por ladrones que al parecer sabían exactamente cuándo tendrían efectivo para pagar a los agricultores.
“Si llegaran los empresarios a cerrar sus negocios, la economía se iría abajo por completo en la región”, señaló Mora, quien también cultiva limas.
El 43% de las exportaciones mundiales de aguacate procede de México, en su mayoría de Michoacán.
El USDA tiene una delegación casi permanente de inspectores en el país.
Unas pocas semanas después del incidente con los inspectores del USDA, el gerente y un empleado de una plantación de aguacate fueron secuestrados a punta de pistola en Ziracuaretiro, presuntamente por la policía municipal. Siete agentes están siendo investigados por el caso, y el departamento policial se ha desmantelado.
El alcalde de Ziracuaretiro, José Rodríguez Baca, está preocupado. Tiene a siete agentes municipales en prisión, a madereros ilegales talando pinos en el municipio y una posible crisis económica en ciernes.
“Es una preocupación para todos”, manifestó Rodríguez Baca acerca de la advertencia estadounidense y la violencia en su localidad. “Si nos cierran las puertas a los Estados Unidos se vendría todo abajo”.
Su municipio ejemplifica las deficiencias de las estrategias estatales y federales contra la delincuencia, por las que la policía, el ejército y la Guardia Nacional acuden a zonas en problemas, hacen una demostración de fuerza durante unas semanas y después se van. La policía estatal patrulló Ziracuaretiro a principios de año, antes de que los inspectores estadounidenses fuesen agredidos, pero se retiraron en julio para trasladarse a otra zona con problemas.
Los productores de aguacate se sienten asustados, solos y atrapados en el medio de esta situación.
Carlos Martínez es un agricultor de tercera generación con una plantación de 2.5 hectáreas en Ziracuaretiro que, en un buen año, puede producir hasta 50 toneladas de aguacates, valoradas en unos 100 mil dólares.
“Todo es cuestión de inseguridad (…) que afecta a terceros”, afirmó Martínez refiriéndose tanto a productores como a clientes.
A Martínez todavía no le han sustraído ningún cargamento de aguacates, una queja recurrente en Michoacán, pero sí le suelen robar las frutas de los árboles. Como la mayoría de productores, colocó cercas de cadenas y contrató un guarda. Pero el miedo a un secuestro o a un llamado para pagos de protección es lo que más le asusta.
“No contesto a números que no conozco”, afirmó Martínez.
En San Juan Parangaricutiro, De la Guante es un ejemplo de cómo los aguacates han sacado a muchos de la pobreza en el estado.
Era un campesino que trabajaba por temporadas hasta que hace 11 años plantó aguacates en una hectárea de terreno arenoso. Ese huerto relativamente pequeño da ahora hasta 10 toneladas de fruta.
Este año tuvo la suerte de venderlos en agosto, cuando el precio era alto, a 40 pesos el kilo. Esto supone que De la Guante ganó al menos 15 mil dólares este año.
Adriana Villicaña, profesora de la Universidad Católica Univa en Uruapan, dijo que este boom económico ha ayudado a muchos.
“Hay muchas mujeres trabajando en plantas de empaque, y la mayoría se describen como madres solteras o solteras”, apuntó Villicaña.
Pero esta prosperidad no llega a todos. Los alrededor de 15 mil recolectores de aguacate de la región tienen un salario atractivo para la zona, pero es un puesto temporal y físicamente exigente porque hay que trepar al árbol con palos largos para sacar el fruto, lo que supone que muchos no pueden hacerlo más allá de los 45 años.
Villicaña, que también forma parte de un consejo asesor sobre seguridad ciudadana en Uruapan, señaló que el problema de la delincuencia en la región se agravaría si esta industria colapsa.
“Si no hubiera aguacate, ¿en qué se van a emplear?”, preguntó Villicaña. “Lo más seguro es que se subcontraten para hacer trabajo al crimen”. (FUENTE: EL INFORMADOR)