No es así como Donald Trump esperaba volver a la ciudad, símbolo del poder mundial, que siempre quiso conquistar. Este martes cerraron para él la Quinta Avenida y la carretera de circunvalación que rodea la Gran Manzana, para un trayecto histórico de 20 minutos que empezó en las escaleras mecánicas de la Torre Trump y acabó en el corazón de los juzgados. «Esto es surrealista, WOW, ¿van a detenerme?», escribió en Truth Social justo antes de salir. Era como si hasta el último momento hubiera esperado que la pesadilla se desvaneciera. «¡No me puedo que esto esté ocurriendo en EE UU!».
Para alguien obsesionado con los símbolos de grandeza y poder, su primera imputación penal, a los 76 años de edad, no es precisamente el renglón de oro con el que esperaba coronar su biografía de hijo de emigrantes en Queens a presidente de EE UU. Por mucho que su supervivencia política dependa de alzar el puño, sus huellas dactilares ya no están con los ricos y famosos con los que siempre quiso codearse, sino entre los dos o tres millones de criminales que el Tribunal Penal del estado de Nueva York ficha cada año.
Para facilitar la primera imputación de un expresidente de EEUU, los tribunales del Bajo Manhattan cancelaron este martes todos los demás casos. Inmigrantes, ladrones de cuadros, asesinos, traficantes de armas… Todos vieron sus citas pospuestas para no cruzarse en el camino de alguien «tan rico y poderoso» que Braulio Cuenca, un humilde fotógrafo ecuatoriano, nunca esperó ver entrar en el número 100 de Center Street. En eso peldaños monta todos los días su puesto de fotografías de bodas para que posen las parejas que entran al juzgado a sellar su amor. Este martes seguían llegando, ajenas al hormiguero de prensa internacional y manifestantes que invadieron la manzana como una marabunta. «¿Trump? Algo había oído, pero qué iba a hacer, esto es más importante para mí», decía Evelyn Martínez, una peruana en busca de su licencia de matrimonio.
Ella se preparaba para el día más importante de su vida, ajena a que su aniversario de bodas pasará a la historia como el día en que murió la democracia, según los seguidores de Trump, o en el que recuperó sentido, según quienes acudieron a celebrarlo. Apenas unos pocos cientos de cada lado, porque la mayoría de los neoyorquinos prefirió ignorar el engorro de tráfico y seguir adelante con su rutina habitual. Independientemente de la opinión que suscitase, era «un día patético», dijo el exgobernador republicano de Ohio, John Kasich, que perdió la nominación presidencial del partido conservador frente a Trump en 2016, y ha sido desde entonces uno de sus opositores internos. Kasich se llevaba las manos a la cabeza con el circo mediático que ha seguido sus pasos con avidez desde que el lunes dejó su mansión de Mar-a- Lago para volar en su avión privado a Nueva York, donde solo ha pasado una noche. «¿Era necesario tener las cámaras enfocadas a la puerta durante horas esperando el momento en el que apareciese?», preguntó a MSNBC.
La mayoría de sus colegas republicanos, contó, «solo quieren que esto desaparezca». Los abogados de Trump también. «Vamos a diseccionar el documento con los cargos y presentar una moción detrás de otra», adelantó a CNN Joe Tacopina, el más macarra del equipo, que da voz a su jefe ante las cámaras. La noche antes el magnate había añadido a su defensa un abogado especializado en delitos de cuello blanco como los que enfrenta. El ex fiscal Todd Blance trabajará codo con codo con Susan Necheles, la letrada especializada en representar a empresas e individuos investigados por fraude.
Durante la audiencia de 20 minutos, el expresidente conoció este martes en los juzgados los 34 cargos de los que se le acusa, relacionados con la forma en la que enmascaró contablemente los pagos de 130.000 dólares a la actriz de porno Stormy Daniels, que una semana antes de las elecciones de 2016 amenazaba con descarrilar su campaña contando a los medios el presunto romance que mantuvo con él en 2009. Ese delito menor habría prescrito a los dos años si Trump no hubiera vivido en la Casa Blanca durante 4 años consecutivos para luego trasladar su residencia a Florida. Solo si el acusado ha vivido continuamente fuera del Estado durante los primeros cinco años se puede extender la vigencia del delito. No obstante, será uno de los recursos que utilicen la defensa para pedir la desestimación del caso.