- Poco a poco, la presidenta se sacude traiciones, desmantela redes criminales y exhibe los excesos del obradorismo
- Entre huachicol, narcos extraditados, hospitales desmantelados y fondos perdidos del cáncer, enfrenta el desastre heredado
- El poder ya no está en Tabasco ni en el Senado: Claudia toma control, frena campañas adelantadas y exige investigar a intocables del pasado
BOCANADAS
LA PRESIDENTA CLAUDIA Sheinbaum está enfrentando el costo político de heredar un país gobernado durante seis años por un movimiento que hoy le exige lealtad absoluta… pero que a ella no le responde ni con respeto ni con disciplina. Es evidente: muchos de los grupos de poder que le dejó Andrés Manuel López Obrador están más ocupados en asegurarse cuotas, candidaturas y contratos, que en respaldar a la mujer que llevó a la izquierda al poder por segunda ocasión consecutiva.
Pero la doctora ya se dio cuenta. Y aunque no lo dice con estridencias, ya lo está demostrando con hechos: Claudia ha comenzado a atrasar su propia agenda para corregir el desastre heredado, desmarcarse de operadores políticos que no la respetan y comenzar a tomar el control real del gobierno que encabeza.
TRIPA CORTA
LA LISTA DE acciones es larga, pero reveladora.
El envío de 29 capos del narco a Estados Unidos fue más que una acción de cooperación bilateral. Fue un mensaje interno. Uno que dice: se acabó la protección, se acabó la tolerancia. Esta decisión, impensable durante el obradorismo, incluyó a peces gordos como Rafael Caro Quintero y el “Z-40”. Y también evidenció que la defensa de Ismael “El Mayo” Zambada, antes normalizada en ciertos círculos, ya no forma parte del discurso oficial. Se está limpiando la casa.
Los decomisos millonarios de combustible robado o importado ilegalmente en Altamira y Ensenada son otro indicio. No sólo por el golpe económico a mafias locales, sino por lo que implican. En ambos casos, hay nombres y apellidos ligados al poder. En Ensenada, los patios asegurados tenían vínculos con un político morenista. En Tampico, buques completos descargaban sin control. Todo eso pasaba ante la vista de autoridades que decidieron no ver lo que hoy ya no está siendo tolerado por el gobierno federal.
Este combate no es sólo contra criminales, sino contra redes políticas que protegían ese negocio y que, por cierto, financiaban a más de un aspirante del oficialismo.
PICADURA
EN LOS ÚLTIMOS meses, apoyada irrestricta y fielmente por su jefe de Seguridad nacional, Omar García Harfuch, el gobierno de Sheinbaum ha intensificado también el desmantelamiento de laboratorios de fentanilo, esa droga que tanto se negó su existencia durante el sexenio pasado. Operaciones que antes se evitaban por “prudencia diplomática”, hoy se anuncian sin tapujos y el mensaje de la presidenta es claro: no más encubrimiento. No más discursos que nieguen lo evidente.
Claudia Sheinbaum sabe que el narcotráfico es un problema de salud, seguridad y dignidad nacional. Y sabe que no puede voltear la vista como lo hizo su antecesor.
Por otra parte, el diagnóstico del sistema de Salud -agonizante, en terapia intensiva- también ha comenzado a ventilarse. La admisión de que hay 99 hospitales sin quirófanos y la desaparición del fondo de atención a pacientes con cáncer -estimado en más de 33 mil millones de pesos- demuestran que el discurso del “sistema de salud como Dinamarca” fue una simulación costosa.
Sheinbaum no lo dice, pero lo está corrigiendo: con datos, con auditorías, con acciones concretas. Es un deslinde implícito… pero contundente.
VITOLA
OTRO SÍMBOLO DEL sexenio pasado fue el Tren Maya. Y por primera vez, la Semarnat ha admitido oficialmente los daños ambientales -que tanto negó AMLO- causados: deforestación, afectación a cenotes, fragmentación de hábitats. Ya no se oculta. Se ha anunciado un plan de restauración que, aunque tardío, marca una diferencia fundamental: el reconocimiento del daño es el primer paso para corregirlo.
En política, uno de los casos que más exhiben la falta de control de Sheinbaum sobre su propio movimiento es el de Andrea Chávez, senadora improvisada y protegida de Adán Augusto López, que ha lanzado una campaña anticipada por la gubernatura de Chihuahua.
Detrás de su promoción están empresarios favorecidos por Adán con contratos millonarios en Tabasco y Chiapas. La presidenta ha observado y dejado correr el tema en los medios, como dejando que los evidenciados se hundan con el propio peso de su indecencia política.
Andrea Cávez, soberbia e ignorante de las leyes, no sólo se promueve con impunidad, sino que lo hace con los recursos de un grupo que busca imponer su poder desde el Senado, donde Adán Augusto se ha convertido en un opositor silencioso pero activo contra Sheinbaum. La traición, en este caso, no sólo es política: es institucional.
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HUMIDOR
OTRO GESTO REVELADOR de que la presidenta ya se decidió a soltar las amarras del obradorismo fue la solicitud expresa para que se investigue a Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, y Alejandro “Alito” Moreno, líder del PRI, por denuncias de violación y corrupción.
El mensaje fue directo a sus legisladores: no se tolerará el proteccionismo. La presidenta se mostró incómoda y hasta molesta por el mayoriteo indecente que blindó tanto a Cuauhtémoc como a “Alito” en la Cámara de Diputados. Y aunque muchos en Morena quisieron hacer como que no pasó nada, el enojo presidencial fue filtrado deliberadamente. No se calló. No se encubrió. No se solapó.
Pero aún hay más: La reciente degradación de Zoé Robledo, quien fue removido de la junta directiva del IMSS -aunque mantiene el cargo-, también habla del reordenamiento que está emprendiendo Sheinbaum. Le retiró el poder de decidir sobre los recursos del IMSS-Bienestar y, en palabras simples, Zoé ya no podrá comprar ni una aspirina sin el aval de los otros consejeros.
Este movimiento, junto a la salida anterior del secretario de Hacienda (otro “heredado” de AMLO), Rogelio Ramírez, muestra que la presidenta ya no está dispuesta a cargar con funcionarios desleales, ineficientes o confrontados con su visión.
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BUENOS HUMOS
CLAUDIA SHEINBAUM ESTÁ haciendo lo que ningún presidente había hecho tan pronto: desprenderse de su antecesor sin romper institucionalmente, pero dejando claro que los hilos del poder ya no se mueven desde otra oficina.
Atrasar su propia agenda no fue su elección, fue su obligación. Y lo está haciendo con firmeza. Ha dejado que los grupos se destruyan entre sí, pero ha tomado acciones quirúrgicas para marcar su independencia. En lo operativo, en lo político… y en lo moral.
La presidenta no va a permitir que le sigan gobernando el país desde otras trincheras. Está retomando las riendas de México y en el proceso está construyendo la legitimidad que todo liderazgo necesita: la del carácter, no la del aplauso fácil.